A casa, pasando por dos ciudades.
Cuando estaba esperando a la facturación la mejor noticia del día (aparte de llegar a casa, pero ésta se da por supuesto) me he encontrado con Irene, que también se iba a Pamplona a pasar unos días y a la boda de su hermana. Yo que me había planteado el viaje solito resulta que me encuentro compañía a la primera de cambio. La pobre Irene se ha pegado medio vuelo intentando dormir para superar la resaca, hasta que ha tenido que reconocer que necesitaba mi hombro (sigo siendo un caballero, para bien y para mal). La anécdota del día ha sido que hemos llegado con 15 minutos de adelanto y que la piloto era rubia, para que luego digan que las rubias son tontas...
Había quedado con Luiscar y Marta, que me han regalado un polito Lacoste muy elegante. Y hemos hecho tiempo hasta nuestros respectivos vuelos, el de Irene salía a las 19:30 y el mío a las 21. Con tranquilidad me he metido en la zona de embarque y me he dedicado a explorar un poco la famosa T4. Un vuelo tranquilo a Pamplona, con el detalle de haber visto la ciudad desde el aire, que de noche está superchula, y a casica, que ya tenía ganas de llegar.